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Su firmamento de Estrellas

Vuela mariposa, vuela
buscando al niño que siento,
vuelen lejos mis palabras
cruzando el abismo del tiempo.

Muéstrale al niño que fui
la alegría del momento,
enséñale a beber la vida
a mares, no a sorbos lentos,
que no se moje los pies
que se meta entero dentro,
que se empape de belleza
de los pies hasta los sueños.

Despierta su corazón
al Sol de su primavera,
que no se pierdan sus ojos
el brote de una flor nueva.

Arráncale su sonrisa,
que pinte las nubes con ella,
que el soplo de su mirada
despoje al cielo de penas.

Enseñale el fuego en crisól
que arde en su firmamento,
envueltas en su calor
cada estrella guarda un sueño.

Arranca el velo en sus labios
que ata sus sentimientos,
haz que broten las palabras
que tanto atesora dentro,
que no calle, dile: no calles,
que estalle tu corazón al viento,
si andas hoy el camino
mañana podrás llegar lejos,
tendrán la fuerza tus labios,
para conjurar al miedo,
podrás decirle a una chica
que su sonrisa es el cielo,
sin que tus palabras mueran
por escapar de tu pecho,
y quizás entonces, quizás
siembre tu corazón de besos.

Dile, mariposa, dile
que vaya corriendo a verla,
que grite a los cuatro vientos
que no calle, aunque se muera,
que cuando vea su sonrisa
se beba la vida en ella,
que acaricie con sus ojos
los ojos que tanto anhela,
que el abismo hasta su mano
no necesita escalera,
solo despegar los labios
y sus palabras sinceras,
que le digan que la adora
que bebe el viento por ella,
que de tanto soñar sus besos,
el alba le acuna a su vera.

Vuela vuela, mariposa
Vuela, mariposa, vuela,
cada amanecer de abril,
cada atardecer de arena,
vuela buscando a mi niño
o se perderá en la niebla;
palabras que nunca brotan,
caricias que nunca llegan,
envuelto en su firmamento,
a reventar de estrellas,
cada una con un sueño,
y cada sueño con ella.

“Dicen que cuando un niño está en el seno de su madre tiene todo el conocimiento del mundo. Sabe cuántas estrellas hay en el firmamento, cuántas gotas hay en el mar, cuántos granos de arena en el desierto. Conoce los misterios del cielo y las estrellas, y conoce hasta la última letra de la Torah. No hay misterio sobre la faz de la tierra que desconozca, ni misterio en el cielo o en el mar que no pueda resolver.

Pero cuando está a punto de nacer, su ángel de la guarda baja del cielo y colocando un dedo sobre sus labios sella todo su conocimiento dentro de él, y le susurra una sola palabra: Aprende.”

Ben Zimet