No es la luna que riela,
ni el fresco rocío al alba,
no es la brisa abrasadora,
ni el ocaso azul y grana,
no es la luz de las estrellas,
ni el jilguero en la mañana,
no es el agua de la fuente,
tras bajar de la montaña.
…
Es la luz de tus pupilas,
con el brillo de tu alma,
son las notas de tu risa,
resonando en tu mirada,
es el aire que se enreda
en los rizos de tu pelo,
es la luz que queda aguarda
en tu sonrisa de cielo,
son mis manos, temblorosas,
que anhelan tu piel de plata,
son mis ojos, que cerrados,
adoran tu aura dorada,
es el tiempo, detenido,
entre dos de tus latidos,
es el suelo, que me falta
al caminar por tu mirada,
es de tus ojos el brillo,
lo que destroza mis noches,
es tu brillo, ¡dios, que brillo!
lo que a mi me abrasa el alma.