Real Time Web Analytics UnAngel Blog de Poesía - Part 6

Lagrimas de Cristal

Verla allí, llorando, sentada sobre un charco de ilusiones rotas, me partía el corazón.

El día anterior, en una de esas casualidades que no existen, coincidimos de frente buscando la salida del pabellón. Justo un instante después de que nuestras miradas chocaran como lo hace el mar en un acantilado, me regaló dos sonrisas luminosas: una con sus labios, y la otra dibujada en sus bellos ojos, radiantes, felices.

Acababa de ganar, junto al resto del equipo, el pase a la final de la copa de la Reina de voley, que se celebraba este fin de semana en Albacete.

Recuerdo vagamente que me quedé sus dos sonrisas, y le regalé una de las mías, no tan luminosa pero igual de sincera. Traspasamos la puerta y ella se marchó, montada en un rayo de felicidad, para unirse al resto del equipo. Sin embargo su regalo siguió conmigo.

Quizás por ello mi mirada la seguía durante la angustiosa final, y quizás por eso sus lágrimas anegaron mis ojos cuando, en el mismo instante en el que sus contrincantes estallaban de júbilo, toda la tensión del partido, toda la tensión de las jornadas previas, toda la ilusión y los sueños que hacían vibrar sus músculos en cada salto, en cada jugada, se desbordaban en un inconsolable llanto que hacía temblar tanto su cuerpo como mi corazón.

Nada, ni las dos horas y media de vibrante partido, ni los atronadores gritos de los seguidores, ni los puntos más luchados y reñidos; ni siquiera contemplar la danza armoniosa, musical de unos cuerpos perfectamente torneados, pulidos en incontables horas de entrenamiento e interminables partidos, perlados con el sudor de un sueño intensamente vivido, nada, me estremeció tanto como el infinito silencio de su cuerpo temblando, desgarrado por la violencia de un sueño roto que ya acariciaba con las manos y el corazón, que ya sentía como suyo, tan real como su presencia allí, y que en un sólo, único y desgarrador segundo la abandonaba expelido por cada poro de su piel.

Y mientras el pabellón entero vibraba ensordecedor con la victoria, yo no podía apartar mi mirada de las lágrimas que desbordaban sus hermosos ojos.

Melodia

Cuando desaparece la bruma de la tormenta, cuando el mar ya no golpea tu coraza y los truenos no ciegan tu voz, cuando el brillo del Sol seca el pantano de tus sueños perdidos, olvidas el ensordecedor silencio que anega tus deseos y vuelven a brillar los detalles que llenan el alma, los pequeños mundos que giran alrededor de nuestro corazón y que forman nuestro universo; el calor en la suavidad de esos dedos que traspasa nuestra piel y es capaz de mantener alejado el frío donde ningún otro sol llega; el brillo en una mirada que desborda el vacío que ningún océano lograría llenar; la increíble sacudida eléctrica de unos labios que beben la vida de los nuestros como si acabaran de nacer. Y sientes cómo el aire vibra, cómo la luz vibra, cómo tu cuerpo vibra, en perfecta sintonía con otro cuerpo, en otra alma, estallando en una melodía propia, de notas puras, cristalinas, que jamás habían existido, y notas que tus ojos ya no miran otros ojos, sino otro universo, extenso, profundo, entrelazado al tuyo, que existe en el tuyo y en ningún otro, y el espacio se curva, se pliega, envolviendo dos universos contenidos en si mismos, que son sólo uno, y que abarca todo lo que importa, y lo que no importa no existe, no ha existido nunca, y nunca podrá existir, y el tiempo no se detiene, sino que desaparece, porque siempre has estado ahí, porque nunca saldrás de ahí, no con vida, porque la vida está contenida en ese universo que no es uno, sino que son dos, contenidos en si mismos, vibrando en sintonía; pero tu no lo sabes, porque ya no eres tu, porque miras y ya no ves, porque la materia ha desaparecido, y sólo eres amor, puro amor; el éxtasis de la melodía de dos corazones vibrando en uno.

 

Detalles, notas simples, vívidas, prístinas, dulces y delicadas que acaban por desaparecer cuando la partitura cambia y el tempo se desdibuja en el tiempo, aplastado por la estridencia infernal de la rutina, porque no vivo en un cielo perfecto, sino en un mundo imperfecto, imperfecto por un millón de razones, imperfecto porque estoy yo.

Selene

Ella llevaba… tanto tiempo deseándolo.

En la danza eterna que la ata a Él, que la atrae sin llegar a tocarle, pero sin poder huir, Selene sufre al no poder apartar el rostro de su amado.

¿Quién sabe qué pecados cometieron? ¿Quién sino el dios Sol les pudo imponer tamaño castigo?

Atada con los eslabones de la gravedad, condenada por siempre a no poder volver la mirada, a contemplar la dicha sin tocarla, sin poder siquiera huir, troca su amor en luz.

De día la toma Ella. De noche Él la recibe, iluminando los sueños y pasiones de sus hijos que la contemplan.

Mas, en contadas ocasiones, cuando el dios mira para otro lado, amparada en la penumbra, entre dos luces, Selene se desliza sigilosa y baja, desafiando la Autoridad, para besar el rostro de su amado, cuando nadie la ve.

Y durante unos instantes, el tiempo se detiene, la gravedad desaparece, y la luz no refleja luz, sino gozo y rubor, pasión encendida y delirio en su secreta promesa eterna.

…y sus hijos la contemplan maravillados.

Tocar su Cielo

Saltar del cielo sin estrellarme.
Cielo en el que me has puesto tu.
¿Cómo hacerlo, sin destrozarme?
si no soy magia, si no soy luz.

-Valiente ángel, con tus lamentos!
Querer brillar, querer ser luz!.
-Disculpa entonces mi atrevimiento,
Morfeo, quién culpable, sino tú.

-Ordena pues, que ya no sueñe.
En tu rio el olvido, sumérgeme
-No puedo, pues tu ansia es fuerte.
-Pues ansia por soñar, ya ves, tendré.

Mas que hará ella, al despertar,
y ver que simple mortal yo soy.
¿Qué ojos me querrán mirar?
despojado de alas, pasión y voz.

-De alas quizás, mas de pasión no.
Y aún con voz trémula podrás brillar.
-Nunca brillé lejos de tu reino.
Cumple tu parte. Ven y hazme soñar.

Corazón Negro

¿Qué sientes sin sentir nada?
¿Qué negro corazón guardas?
Envuelta con hiel tu alma
y hasta el aire que respiras
que al hablar negro lo exhalas.

¿Qué es para ti la vida?
Negro acontecer de espadas.
Ganar batallas tu ansías
perdiendo en ellas tu alma.

Siembras los campos de sal
por ver que tu odio triunfa
triste es, si lo has de ganar
arrasando vida, arrancando paz.

De bien ganarás batallas
mas perdida has la guerra
pues en tu victoria yerra
lo que en la vida destaca.

Y aún peor que tu derrota
es lo que arrastras a ella,
ciega! torpe! ruin! Soberbia!
incapaz de ver que había
vertida también sangre propia.

Quizás algún día la vida
de odio tus ojos desprenda
ese velo que hoy los cubre
y lo que hoy tu vista elude
mañana tu alma reprenda.

Que no esté yo ahí, dará igual
Pues si me hirió una vez tu odio
no conseguirás de mi más odio
que me hiera por igual.

Porque de tal odio vacío,
podré llenar mi corazón,
de alegrías mares, de risas ríos.
En ello empeñaré mi razón.

Al Alba

Montado en rayos de soles
al alba,
acudo quedo en albores
al jardín,
por ver despertarse las flores
a la luz,
para oír sus risas de colores,
y sentir
el estallar de mil corazones
en su voz,
aspirar su belleza y olores
para mi,
que escondido acaricio esas flores
con mi voz.

Despertar

Ayer soñé que soñaba,
y entre mis dedos salían,
gotas dulces de alegría,
mientras mi alma sanaba,
enlazada la tuya a la mía.

Soñé ayer que soñaba,
y en lo que tu me decías,
mi vida forma tomaba,
indómito corcel me volvía,
de energía retomada.

Ayer soñé que soñaba,
que en mi brioso cabalgar
era capaz de alcanzar,
tocado en tu luz dorada,
la mejor de las hazañas.

Soñé ayer que soñaba,
que mientras esto hacía,
el fin del sueño llegaba,
mas me aferraba a tu guía,
cabalgando en esa playa,
de mar de ensueño bañada,
que sin llegar a despertar,
permite a los sueños jugar,
entre luces, bajo el alba,
robándole al firmamento,
el brillo de su última lágrima.

Permíteme soñar de nuevo,
envuelto en su luz todavía,
permíteme vivir mi sueño,
pues ahí soy yo aún el dueño,
de lo que me roba el día.

Su Cruz

Atrás dejo cuerpo culpable,
oscuro lastre de mortecina luz;
labios sellados en corazón anhelante;
voz temblorosa, y cargando su cruz
manos crispadas en actitud vacilante.

Rojo escarlata

Acércate,dijo la rosa;
brilló su reflejo al Sol,
rojo, purpúreo, cardenal,
del rocío de la mañana.

Acércate, me trajo el viento,
susurrando las palabras,
meciendo la luz del sol,
recién estrenada el alba.

Acércate, dijo su piel,
roja pasión, rosa de fuego,
y al final yo me acerqué,
pétalos, tallo, espinas y cielo.

Néctar de su fuente manó,
mientras su talle abracé.
Clavóse en mi cada espina,
grabando a fuego en mi piel
con letras de rojo escarlata,
conjuros de rojas verdades,
sin medias tintas; puras, mordaces.

El fragor de su poder, su voz,
atronó mi alma.
Mis inútiles ropajes
de penas y pesadumbres,
tristezas y frías sombras,
olvidos que aún no olvidé,
sus espinas violentaron,
poderosas, imbatibles,
invictas, curtidas mil,
en mil ganadas batallas,
que encienden la roja mecha,
sin saber qué les aguarda.

Acércate, me trajo el viento,
dibujado en su mirada.
Allí fui yo, temerario,
para beber con mi piel,
gotas de intenso rocío,
en cada espina del tallo.

Y si marcado quedé,
fue porque garras tenía,
fuerza, poder, vida, ira,
el rojo león de su piel
de terciopelo escarlata.

Quien no quiera heridas sabe,
que hay jardines sin espinas,
bellos, blancos y radiantes,
de melosas voces medidas,
donde el Sol cede a la noche,
lo que el día siempre esquiva.

Mas prefiero yo heridas,
que por dentro me van sanando,
y el fuego en una mirada,
que encienda a su vez la mía.