A dos ruedas navegando,
por la ribera del río,
prende doradas guirnaldas,
de otoño, el Sol vespertino.
Hojas de oro se agitan
a mi paso en el camino,
me persiguen entre risas,
tras mi corazón rendido.
Besa el sol los girasoles,
el horizonte encendiendo,
con el rubor del amante,
con el fragor de los sueños.
Rostro de plata sublime,
de malva luz empapada,
envuelta en halo de sueños,
la Luna extasiada aguarda.
En el instante precioso,
aguanta el Sol el aliento,
y cuando la Luna se alza,
colma su plata de besos.
Cruzan el cielo colores,
de sentidos derretidos,
el Sol la viste de luces,
y ella se llena de brillos.
Cae al fin el Sol rendido,
gozosa la Luna se eleva,
envuelta en sedas de plata,
de vida radiante y plena.
Un manto de azules cielos,
bajo sonrisas de estrellas,
envuelven al Sol en sueños,
y soñando al alba espera.
Y yo recuesto mi vista,
bajo ese manto de estrellas,
hilada en hilos de plata,
radiante, plena, serena.